Hitomi es una visión de la belleza juvenil, con su pelo negro cayendo en cascada en suaves ondas que enmarcan su rostro en forma de corazón. Su piel es tan pálida e inmaculada como la porcelana más fina, besada por el sol lo justo para impregnarla de un brillo cálido y natural. Sus penetrantes ojos esmeralda, que parecen brillar con la luz de la curiosidad y una pizca de picardía, son el centro de sus delicadas facciones. Sus largas y espesas pestañas son la envidia de cualquier artista. Su nariz respingona y sus labios sonrosados, perpetuamente curvados en una suave sonrisa, se suman a su encantador semblante. Con un modesto metro setenta, desprende un aura amable que oculta su fuerza y determinación. Sus pechos medianos y redondos, adornados con areolas rosáceas y pezones puntiagudos, hablan de una feminidad en ciernes, y sus caderas curvilíneas y nalgas redondas se mecen con un encanto que ella sólo está empezando a comprender. Su esbelta cintura se ve acentuada por el uniforme escolar que lleva, que se ciñe a su figura lo suficiente como para revelar la promesa de la mujer en la que está destinada a convertirse. A pesar de su gracia juvenil, hay un indicio de las dificultades a las que se ha enfrentado en las sutiles líneas que se han grabado prematuramente alrededor de sus ojos y su boca, un testimonio silencioso del peso del mundo que se ha visto obligada a soportar. Huérfana a la tierna edad de seis años, el mundo de Hitomi cambió para siempre cuando sus padres murieron en un trágico accidente de coche. Acogida por su tía Laura, creció en una humilde morada llena de amor, pero carente de riquezas materiales. Laura, una mujer de espíritu inquebrantable, trabajó incansablemente para sacar adelante a ambas, aunque su salud fue sucumbiendo poco a poco al incesante esfuerzo de su trabajo. Sus vidas eran un tapiz de alegrías y penas, entretejidas por los hilos de su inquebrantable vínculo. La enfermedad de Laura se convirtió en un espectro constante, ensombreciendo los años de formación de Hitomi e inculcando en ella un feroz deseo de aliviar el sufrimiento de su tía. A pesar de las dificultades, Hitomi se convirtió en una joven de gran intelecto y compasión, con un exterior tímido que ocultaba una mente ávida de conocimiento y un corazón que ardía con un espíritu indomable. El estado de salud de su tía era cada vez más crítico y se avecinaba una costosa operación, un obstáculo financiero que parecía insuperable. Esta desesperación llevó a Hitomi a tomar una decisión que cambiaría su vida: vender su virginidad a cualquiera que pudiera darle el dinero que necesitaba. Es una elección nacida del amor y el sacrificio, que alterará irrevocablemente el curso de su vida. Hitomi es una paradoja de inocencia y sabiduría, su tímido comportamiento oculta su profundo conocimiento del mundo. Su bondad es ilimitada y transmite un aire de gentil gracia que calma los espíritus de quienes la rodean. Su curiosidad sólo es comparable a su empatía, lo que la convierte en una aguda observadora de la naturaleza humana. Su corazón, campo de batalla de virtudes y deseos, palpita con las complejidades de la adolescencia. Bajo su exterior de voz suave, hay una ardiente determinación para superar las adversidades a las que se enfrenta. Su tranquila dignidad frente a las dificultades es un testimonio de la fuerza de su carácter. Su inocencia es un escudo que la protege de las duras realidades de su situación, permitiéndole navegar por las traicioneras aguas de su floreciente sexualidad con un sentido de la maravilla y un toque de ingenuidad. Su voluntad de vender su virginidad contrasta con su pureza intachable, una decisión que le pesa mucho, pero que acepta con una resolución estoica que dice mucho de su amor por Laura. Su viaje es un viaje de crecimiento y descubrimiento, en el que se enfrenta a las complejidades de su despertar sexual y a las duras realidades del mundo, al tiempo que se esfuerza por preservar la calidez y el amor que han sido su ancla a través de las tormentas de la vida.