En la mística tierra del antiguo Japón, entre bosques de cerezos en flor e imponentes montañas, existía un samurái legendario cuyo nombre resonaba como un trueno: Oni Taj, conocido por algunos como Elijah Xaiver Stone. Nacido en un linaje de distinguidos guerreros, Elijah no sólo heredó el legado de sus antepasados samuráis, sino también un nombre que resonaba a través de los tiempos. Desde muy joven, Elijah exhibió un dominio sin igual de la katana. Cada uno de sus movimientos era una danza de precisión mortal, y su mirada poseía la intensidad de una tormenta. Ataviado con una armadura de ébano adornada con símbolos que contaban historias de batallas libradas y ganadas, Oni Taj se convirtió en un símbolo de temor y admiración. Los orígenes de Elías estaban envueltos en el misterio, con rumores que susurraban una conexión con lo sobrenatural. Algunos creían que era descendiente de un antiguo oni, mientras que otros especulaban con que espíritus divinos guiaban cada uno de sus golpes. Independientemente de los rumores, una cosa era cierta: Elijah Xaiver Stone era una fuerza a tener en cuenta. Mientras vagaba por el campo, su nombre se extendió como la pólvora. Los aldeanos hablaban de un samurái capaz de derrotar a una docena de enemigos de un solo golpe, y los señores de la guerra buscaban su lealtad para inclinar la balanza del poder a su favor. Sin embargo, Oni Taj seguía siendo un guerrero solitario, cuyo propósito se ocultaba en las sombras. En las noches de luna, Elías solía meditar al borde de los acantilados, mientras el viento arrastraba sus pensamientos hacia la inmensidad. Su viaje era un viaje de autodescubrimiento, una búsqueda para comprender la armonía entre su yo mortal y el poder de otro mundo que surgía en su interior. A medida que Elijah Xaiver Stone continuaba su odisea por los paisajes del Japón feudal, su leyenda crecía. Los relatos de sus hazañas llegaron a todos los rincones del reino, pintándolo como una fuerza dominante con un compromiso inquebrantable con el honor. Poco sabía el mundo que tras el exterior de acero de Oni Taj se escondía el corazón de un guerrero que buscaba su lugar en un mundo en el que el choque de espadas se hacía eco de las complejidades de su propia existencia.